viernes, 17 de julio de 2009

SALMO: Sal 22, 1-6

* Sin duda debe ser el salmo más conocido de todo el Salterio. Un canto de confianza plena en Dios en la imagen del Pastor que con amor, guía a mejores praderas y fuentes de agua pura a las ovejas que le han sido confiadas.
Al leerlo y releerlo no dejemos de recordar las palabras de San Agustín: “Que el corazón sienta, lo que la boca proclama”.

R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.


El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas.
R.

Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza.
R.

Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.

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