Amigos, en este domingo vemos a Jesús asombrado por la falta de fe de su propia gente, quienes lo vieron crecer y jugar cuando era chico, sus compañeros en la sinagoga, hasta, tal vez, alguien a quien ayudó como carpintero.
¡Cómo nos cuesta reconocer a Dios en las cosas pequeñas! Siempre esperando el gran milagro, nos olvidamos de que necesita Dios de nuestra fe para poder obrarlo, de nuestras manos para extender su abrazo infinito a toda la Familia Humana.
Seamos valientes y no dudemos de Quién nunca nos abandona...
Y nunca nos sintamos seguros de conocer a Jesús completamente: animémonos a seguir buscando y conociendo a quien es nuestra paz y fortaleza...
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