jueves, 11 de junio de 2009

SEGUNDA LECTURA: Heb 9, 11-15

* Cuando Jesús entra en nuestra historia, Él que es Dios, cuyo cuerpo no fue creado, como los nuestros sino engendrado por el mismo Dios desde siempre, llega al Santuario por todos nosotros. Es decir, llega a la presencia de Dios y nos lleva con Él a través de su Pasión, Muerte y Resurrección. Así, todos los ritos de la Antigua Alianza quedan sin efecto por el Gran Amor Divino y nosotros somos llamados a ser Pueblo de Sacerdotes y Reyes, testigos hasta el fin del mundo.

Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Cristo, a diferencia de los sacerdotes del culto antiguo, ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes futuros. Él, a través de una Morada más excelente y perfecta que la antigua, no construida por manos humanas, es decir, no de este mundo creado, entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de chivos y terneros, sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna. Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que se rocía a los que están contaminados por el pecado, los santifica, obteniéndoles la pureza externa, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por obra del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para permitirnos tributar culto al Dios viviente! Por eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida.
Palabra de Dios.

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