viernes, 26 de junio de 2009

SALMO: Sal 29, 2. 4-6. 11-12. 13

* El Salmista nos recuerda que Dios siempre sale en defensa de sus amigos. Que su bondad es infinita y que nada es imposible si nos confiamos a sus manos.

R. Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.


Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.

Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.

Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor. Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.

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