* El salmista, ante las maravillas que Dios hace por su siervo, no sólo las recuerda y agradece, sino que, luego de cantar la Gloria del Señor, no teme hacer nuevos votos, en presencia del pueblo, para afianzar su confianza en Él.
R. Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor.
¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del Señor. R.
¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. R.
R. Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor.
¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del Señor. R.
¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. R.
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