* El Salmo nos recuerda la importancia de tener presente a Dios en cada instante de nuestras vidas.
R. ¡Que no me olvide de ti, ciudad de Dios!
Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sión. En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras. R.
Allí nuestros carceleros nos pedían cantos, y nuestros opresores, alegría: "¡Canten para nosotros un canto de Sión!" R.
¿Cómo podríamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera? Si me olvidara de ti, Jerusalén, que se paralice mi mano derecha. R.
Que la lengua se me pegue al paladar si no me acordara de ti, si no pusiera a Jerusalén por encima de todas mis alegrías. R.
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